Por Gastón Rodriguez
El asado es una parte inherente al ser argentino: cualquier excusa es buena para comer una carne a la parrilla. Esta comida sirve como excusa para juntar a la familia y los amigos en cumpleaños, reuniones y festejos de cualquier tipo, un sábado a la noche o un domingo al mediodía, en un club, una terraza o un modesto balcón; el momento y el lugar son lo de menos a la hora de fatigar las rejas parrilleras con una sabrosa carne argentina.
Pero, ¿cuándo empezó esta costumbre que ahora parece haber estado siempre en el alma de este país? Los más fanáticos dicen que quien descubrió el fuego para la humanidad era un argentino… Seguramente tienen razón, porque no hay en el mundo nadie que maneje el fuego como los habitantes de este país: cada asador sabe administrar la equilibrada relación entre él, el fuego y la carne.
Se calcula que en el siglo XVIII había en la Pampa unas 40.000.000 de cabezas de ganado en libertad total, ya que vagaban sin que nadie aprovechara –desde una visión mercantilista– ese recurso formidable más que comiendo a voluntad hasta hartarse.
El gaucho no comía la carne de las vacas: las mataba para comer su lengua, que asaba en el rescoldo. Otra parte codiciada era el caracú, el hueso que tiene el tuétano; los gauchos revolvían con un palito el caracú para alimentarse de aquella particular sustancia. (Datos tomados del libro El lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos Aires hasta Lima en 1773.)
Con la mezcla del criollo, el gaucho comenzó a comer la carne asada. Todo gaucho o criollo iba siempre muñido de un buen cuchillo. El más conocido era el facón, un elemento muy valorado, ya que se usaba para cortar el asado, las ramas, o realizar las tareas del campo, además de emplearlo como arma tanto de defensa como de ataque.
Con el facón u otro de sus cuchillos, el gaucho realizaba un hoyo en la tierra, donde ponía la leña y encendía una fogata frotando madera. Una vez conseguidas las brasas, colocaba la carne directamente sobre éstas; así, se cocinaba el exterior y el interior quedaba casi crudo. Los gauchos comían parados o en cuclillas, o sentados en el cráneo de una vaca.
Desde entonces, ha habido muchos cambios en las costumbres alimenticias; por otro lado, el país se modernizó. La gran selección de los animales más aptos llevada a cabo por los ganaderos argentinos junto con el hecho de que las reses coman directamente de los pastizales naturales que crecen abundantemente en la Pampa argentina hicieron que las carnes argentinas llegaran a considerarse las mejores del mundo.
Pero, ¿cuándo empezó esta costumbre que ahora parece haber estado siempre en el alma de este país? Los más fanáticos dicen que quien descubrió el fuego para la humanidad era un argentino… Seguramente tienen razón, porque no hay en el mundo nadie que maneje el fuego como los habitantes de este país: cada asador sabe administrar la equilibrada relación entre él, el fuego y la carne.
Se calcula que en el siglo XVIII había en la Pampa unas 40.000.000 de cabezas de ganado en libertad total, ya que vagaban sin que nadie aprovechara –desde una visión mercantilista– ese recurso formidable más que comiendo a voluntad hasta hartarse.
El gaucho no comía la carne de las vacas: las mataba para comer su lengua, que asaba en el rescoldo. Otra parte codiciada era el caracú, el hueso que tiene el tuétano; los gauchos revolvían con un palito el caracú para alimentarse de aquella particular sustancia. (Datos tomados del libro El lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos Aires hasta Lima en 1773.)
Con la mezcla del criollo, el gaucho comenzó a comer la carne asada. Todo gaucho o criollo iba siempre muñido de un buen cuchillo. El más conocido era el facón, un elemento muy valorado, ya que se usaba para cortar el asado, las ramas, o realizar las tareas del campo, además de emplearlo como arma tanto de defensa como de ataque.
Con el facón u otro de sus cuchillos, el gaucho realizaba un hoyo en la tierra, donde ponía la leña y encendía una fogata frotando madera. Una vez conseguidas las brasas, colocaba la carne directamente sobre éstas; así, se cocinaba el exterior y el interior quedaba casi crudo. Los gauchos comían parados o en cuclillas, o sentados en el cráneo de una vaca.
Desde entonces, ha habido muchos cambios en las costumbres alimenticias; por otro lado, el país se modernizó. La gran selección de los animales más aptos llevada a cabo por los ganaderos argentinos junto con el hecho de que las reses coman directamente de los pastizales naturales que crecen abundantemente en la Pampa argentina hicieron que las carnes argentinas llegaran a considerarse las mejores del mundo.
Editado por Maiden
2 comentarios:
Realmente devo felicitarte.
Los datos son muy llamativos, y no es simple información.
Al leerlo, sentí una oculta emocion, y las descripciones hicieron de este texto una delicia por la cual experimenté la cultura de tiempos pasados.
Un Post digno de ser leido y releido.
Muchas gracias, de cualquier manera recuerdo que no lo escribí yo, sino Gastón Rodriguez.
Asumo que vas a preguntar quien es, la verdad no tengo el gusto de conocerlo.
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