Por DANTE GÓMEZ - RADIO ANTENA 1, CUYO
Está completamente desactualizado el cálculo, y si no hacé la prueba, comprá cuatro kilos de asado para ocho personas, te vas a quedar corto, medio por individuo aún habiendo mujeres resulta poco, ellas muy de agua mineral, abundante ensalada, nada de harinas, pero cuando les acercás la entrada que consiste en una entrañita o salchichas parrilleras, quieren repetirse, quieren.
En cualquier grupo que sea, siempre hay un experto asador, llegará con su bicicleta, cuchillo largo y filoso, tenedor de dos puntas y sacando de un bolso con el cuidado y amor que se ponen para destapar un niño en una mañana de invierno, el frasco de medio litro de chimichurri, que tiene una fórmula tan secreta como la afamada bebida gaseosa de los norteamericanos. Que nadie se anime a ofenderlo dándole una sugerencia, el asado lo hace él y punto.
Van llegando los comensales, cada uno con su aporte: salamín y queso, ensaladas verdes, una botella de salsa de tomate, vinos varios, algún postre. Es la hora de comer, también de decir las frases que todos los argentinos hemos expresado a lo largo y ancho del territorio celeste y blanco, "un aplauso para el asador", "¡salud por el dueño del santo!", "¡che, qué buena está la morcilla!", "¿quién quiere más pan calentito?", "esta punta de espalda es una manteca", "¡hablen algo, parecen muertos de hambre!", "para mí, otra costillita y me retiro", "hay más chorizo si alguien quiere", y así muchas más que se irán mezclando con chistes y anécdotas varias, cargadas, recuerdos de otras reuniones, comerle el cuero a algún imprevisto ausente.
Error constante, salís a comerte la cancha, es que cuando relojeaste la parrilla te pareció poco, ya estás repleto mientras te queda la idea de que ahora traen los cortes más ricos. Cruzaste los cubiertos sobre el plato en señal de que no comés más, en eso aparece en la fuente un suculento trozo del famoso asado del carnicero, te ofrecen un pedacito y entonces caés derechito en el segundo de los siete pecados capitales. Siempre hay excesos, uno que se "cura" en estas reuniones nunca falta, y desde que hace más o menos quince años, algunos señores colados en distintos asados inculcaron los beneficios de un "bajativo", el Fernet ya forma parte de nuestras familias y nuestro grupo de amigos más selectos.
Tenemos que imponernos hacer más asados en esta tierra, provocar un paro a la globalización y fomentar las juntadas alrededor de un parrilla, este también es un signo de nuestra forma de ser, que viene de años y años, inculcarles a nuestros niños los fenomenales beneficios amistosos y familiares que surgen cuando compartimos entre varios, chinchulines y costillas arqueadas. Y si quieren la perfección, pues la tengo señores, una vez que terminamos de comer el asado, se arma un sexto, y en el punta y hacha, con el ancho de espada clavándose en tu mano derecha, mirándolo a los ojos, le pegás el grito a tu suegro: "¡Quiero retruco carajo!".
lunes, 23 de febrero de 2009
La felicidad es comerse un asado
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2 comentarios:
Dante. Eso sí: si siempre se quedan cortos es porque calculan de menos, estos ratas deberían aprender las desaforadas matemáticas de APC a la hora de comprar carne.
Concuerdo con el profe. Igualmente que prosa! Me copó la comparación entre el niño en invierno y el chimichurri.
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